Seres de lengua

31 mayo 2008

Hasta siempre

Filed under: asuntos diversos — @tonisolano @ 9:44 pm
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Después de la cena del viernes, poco queda ya para que seáis libres. Personalmente, os agradezco los buenos momentos que hemos pasado juntos y os animo para que sigáis siendo tan estupendos.

Tal como os prometí, os dejo el enlace del vídeo de despedida.

Vídeo Promoción Bachilleres 2008 (http://tinyurl.com/5qp4ws)

Discurs d’acomiadament

Que tengáis mucha suerte.

21 mayo 2008

Se acaba

Filed under: asuntos diversos,bachillerato — @tonisolano @ 7:36 pm
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Bueno, estamos a punto de acabar. Algunos de vosotros haréis el examen de selectividad en junio; otros en septiembre. Quizá alguno se decida también por los ciclos de grado superior. Pensad todas las posibilidades con detenimiento y no tengáis miedo de enfrentaros a los retos para los que os habéis preparado.

Si decidís hacer la selectividad, recordad algunos consejos básicos:

  • Preparad esquemas y resúmenes de los contenidos del curso.
  • Estudiad con tiempo suficiente, pues lo que leáis durante esos días no servirá de nada.
  • Descansad física y anímicamente; unos paseos por la playa no van mal.
  • Pensad que la selectividad es un examen más, como tantos otros que habéis resuelto en vuestras vidas.
  • Conservad algo de buen humor:

20 mayo 2008

Texto para selectividad

Filed under: Materiales de clase — @tonisolano @ 2:08 pm
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El último texto que ha salido en vuestros exámenes reúne todas las características de un texto de selectividad:

1.-Es un texto periodístico de tipo expositivo-argumentativo.

2.-Es una columna de opinión de actualidad.

3.-Recoge elementos culturales y sociales que un alumno de Bachiller debe conocer.

4.-Se puede reflexionar sobre él en distintos niveles temáticos e ideológicos.

Os recuerdo que el texto era el siguiente:

EL JUEGO DE LA CIENCIA // CARLO FRABETTI

*Escritor y matemático

Diario Público, 28 de marzo, 2008

En cierta ocasión, le preguntaron a Aristóteles: “Si pudieras pedir un deseo en beneficio de la humanidad, ¿qué les pedirías a los dioses?”, y él contestó que les pediría que unificaran el significado de las palabras, de forma que todos las entendiéramos exactamente de la misma manera. Y se podría decir que los dioses complacieron parcialmente a Aristóteles, pues con las matemáticas disponemos de un lenguaje exento de ambigüedades e interpretaciones subjetivas. Y esta precisión, esta unificación de significados, se ha ido haciendo cada vez más extensiva (sobre todo a partir de Newton, nuestro invitado de la columna anterior) al discurso científico en general.

Pero Aristóteles se refería al lenguaje común, y soñaba con eliminar los continuos malentendidos a los que su uso da lugar, la paradójica incomunicación verbal (precariamente suplida por la comunicación no verbal) que condena a los seres humanos a una juanramoniana “soledad sonora”. Y, por suerte, los dioses no escucharon la petición del filósofo. Porque para que dos hablantes se entendieran a la perfección, es decir, para que entendieran todas las palabras –con todos sus matices y connotaciones– de idéntica manera, tendrían que ser prácticamente la misma persona. En el plano denotativo del lenguaje podemos lograr niveles de acuerdo relativamente satisfactorios; de lo contrario, hablar no serviría de nada y las sociedades humanas no existirían como tales. Pero el plano connotativo es, en gran medida, un universo personal e intransferible (o de muy difícil transferencia: por eso existe la literatura, y muy especialmente la poesía). Eso nos causa numerosos problemas, así como una irreductible sensación de alteridad (que Kafka expresó magistralmente: “A mí me conozco, en los demás creo; esta contradicción me separa de todo”). Puede que sea muy alto, pero ese es el precio de la individualidad.

El pensamiento es fundamentalmente (aunque no exclusivamente) lingüístico. Somos lenguaje, incluso cuando callamos. Continuamente nos recorre un río de palabras, y somos los ecos innumerables que esas palabras multiplican en el irrepetible laberinto de nuestra mente. Por eso el sueño de Aristóteles, como tantos otros sueños filantrópicos, se resuelve en pesadilla. Si las palabras significaran exactamente lo mismo para todos, solo habría un individuo repetido millones de veces, y entonces sí que su soledad, atrapada en un laberinto de espejos, sería terrible: tan absoluta y vertiginosa como la soledad de Dios.

Quienes crean que no es un texto de actualidad deberían indagar acerca de las relaciones entre identidad y lengua (muy a propósito en comunidades bilingües como la nuestra) o sobre la globalización y el pensamiento único.

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